Y han pasado tres mil años

Publicado el 9 de octubre de 2023, 11:13

Me siento extraño cuando me pongo a pensar en la historia de la humanidad, y no es por que me siente boca abajo o quiera leer un mamotreto de historia mientras buceo por las costas de Almería. Es algo más filosófico que todo eso.

     Desde tiempos antiguos y no me refiero de cuando salió al mercado el primer iphone  y todos pensábamos en que era brujería que un teléfono pudiera sacar fotos. No, me refiero mucho más atrás, cuando la humanidad tenía más dioses a los que echarles las culpas de sus fracasos. Más o menos sobre la época en la que Prometeo robó el fuego de los dioses del olimpo para regalárselo a los hombres. Bien, ya estáis situados más o menos, año arriba, año abajo.

     En aquella época la humanidad lo solucionaba todo a tortazo limpio. Que necesitamos más terreno para nuestro ya incontrolable imperio, pues nada, a tortazos invadías a tus vecinos. Violabas a sus mujeres, matabas a sus ancianos, hacías esclavos a los niños y tan tranquilo, como si esto no hubiera sido cosa tuya si no que un dios, llamémosle Ares, te hubiera empujado a semejante atrocidad. Sacrificabas a la única virgen que quedaba en lo conquistado, supongo que por fea, vete a saber, en su honor y regresabas al ágora a faldar. No, quiero entrar en muchos detalles por que sé que os hacéis a la idea de por dónde voy; éramos unos salvajes, guiados por los dioses, claro está.

     Pues bien, había algunos pensadores, extraña raza de humanos extintos en nuestra época, que vaticinaban que el mundo evolucionaría a algo mucho mejor, donde ríos de vino y arboles de ambrosia nos alimentarían a todos. No podemos obviar que también pensaban que una tía con serpientes en la cabeza se paseaba a sus anchas por las montañas, pero no nos centremos en minucias.

     En aquella época incivilizada, donde se inventó la primera democracia del mundo, cágate lorito con el dato, se esclavizaba, se violaba, se perseguía al de ideas diferentes, se invadía, se conquistaba, los genocidios eran algo habitual, al igual que el matrimonio entre parientes cercanos (Eso ya explica muchas cosas) En fin, todas esas burradas y muchas más. Y los pensadores, tenían claro, supongo que influenciados por la diosa Atenea, que en el futuro el mundo sería un lugar mejor.

     Ese futuro es nuestro presente ¿Creéis que esos pensadores acertaron en sus predicciones? Y es aquí, donde digo que me siento extraño. Han pasado más de tres mil años ¡Joder, tres mil años! Sí, ahora mismo se pusiera de moda vestir con toga, no habría diferencia alguna con los antiguos griegos, y encima las barbas desde hace años se vuelven a llevar. Seguimos matándonos los unos a los otros, lo de violar ni lo menciono. La esclavitud aún existe, al igual que el racismo y lo de perseguir y matar al que reza a un dios diferente o al que ama a alguien de su mismo sexo, es algo recurrente. Nos pone cachondo las guerras y lo de tener a un inferior bajo nuestra bota nos hace sentirnos poderosos. Yo no veo ningún rio de vino, ni arboles de rica ambrosia.

     En conclusión, que tras tres mil años de violencia y absurdez, estamos donde al principio, más cerca de regresar a las ramas de los árboles, que de tener como Marty Mcfly, un monopatín volador. Con la pequeña diferencia, con el pequeño matiz, casi inapreciable detalle, de lo que algunos llaman, calentamiento global.

     Sí queréis que os diga la verdad, si estamos igual que en aquella época, casi que preferiría estar en aquella época. Mejor vestuario, eso está clarinete, fresquito por las piernas hacia arriba. Los dioses te hacían más caso, porque había un dios diferente para cada cosa y eso si que es un adelanto en nivel funcionario. Pero principalmente, porque nadie tendría teléfono móvil, y si querías saber algo, por una módica ofrenda, se lo preguntabas al oráculo, que sin lugar a duda, con mi facilidad de palabra e imaginación, sería yo y a estas alturas de mi vida, sería el influencer supremo del templo y estaría forrado.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios

Crea tu propia página web con Webador